A mis hijas…
Mis adorables muñecas vivientes,

Seres radiantes de vida que respiran el aire fresco del mar,
con una luz sublime que ilumina mi alma y mi camino.
Las veo ahí, disfrutando el agua cristalina y el aire lleno de esperanza,
y en ese instante, siento que el amor lo llena todo a mi alrededor.
En su pureza, en su alegría, encuentro paz.
Nada puede cambiar esta sensación, porque esto es vida,
y la vida se siente tan plena cuando la comparto con ustedes, mis hijas,
mis hermosas flores vivientes.
La felicidad se ha revelado ante mis ojos,
y empiezo a comprender su verdadero significado.
La felicidad es el camino, la ruta que elijo cada día,
al ver sus sonrisas, al ver su energía contagiante,
al sentir su amor tan profundo y sincero.
Solo puedo dar gracias a Dios por este regalo tan hermoso,
por el deseo de vida que se ha materializado a través de ustedes,
mis tesoros más preciosos.
Cada uno de ustedes, un reflejo del amor y de la bondad
que transforman mi mundo y lo llenan de color.
Como dos flores delicadas, perfuman mi jardín,
y este jardín de amor es mi vida, mi razón, mi inspiración.
Dios les bendiga siempre, mis queridas muñecas vivientes,
por hacer mi vida tan hermosa, por enseñarme lo que es el amor en su forma más pura.
Gracias por ser mi razón de ser, mis compañeras en este viaje de amor y aprendizaje.