A mis princesitas, mis compañeras de vida

Hay regalos que la vida te da que no se pueden comparar con nada en este mundo. Para mí, esos regalos son mis hijas, mis princesas, mis amigas de por vida.

Desde el día que llegaron a este mundo, mi corazón se llenó de luz, como si un rayo de sol hubiera encontrado su lugar en mi alma. Sus risas, sus miradas, sus abrazos… todo en ellas me recuerda la inmensidad del amor puro y verdadero.

Cuando las veo, no puedo evitar pensar en mi infancia, en esos momentos donde vestía a mis muñecas favoritas, Chichobello y Pinky. Con sus ojos azules y cabello rubio, eran mis pequeñas compañeras de juego, siempre listas para ser mimadas, cuidadas y adoradas. Pero ahora, tengo la dicha de ser madre de dos muñequitas de carne y hueso, con un brillo único en sus ojos y una personalidad que ilumina cada rincón de mi vida.

Mis hijas no son solo un reflejo de amor, sino también mis mejores amigas. Compartimos secretos, risas, aventuras y sueños. Me encanta ser parte de su mundo, escucharlas, aprender de ellas, y ver cómo cada día florecen con más fuerza, más amor y más creatividad.

Educar a mis princesas no es solo un reto, es un privilegio. Intento guiarlas con ternura y paciencia, enseñarles el valor del respeto, de la empatía y, sobre todo, del amor propio. Les muestro que son fuertes, capaces, inteligentes y hermosas, no porque lo diga yo, sino porque ellas lo demuestran cada día con su luz interior.

Ellas me enseñan a ser mejor persona, a amar incondicionalmente, a tener paciencia y a mirar la vida con asombro. Me inspiran con su creatividad, sus sueños y su capacidad de transformar cualquier día gris en un arcoíris de posibilidades.

Mis hijas son más que mis niñas, son mi apoyo, mis confidentes, mis compañeras de vida. Siempre seré su mayor fan, su refugio seguro y su abrazo eterno. Les enseñaré que, aunque la vida tenga sus desafíos, nunca estarán solas, porque mientras yo respire, tendrán en mí a una madre, una amiga y una compañera incondicional.

A mis princesitas creativas, únicas y maravillosas: ustedes son el regalo más hermoso que Dios me dio. Nunca olviden que las amo con todo mi ser y que siempre caminaré a su lado, con orgullo y gratitud, por el privilegio de ser su mamá.

Gracias por ser la luz de mi vida y recordarme cada día que ser madre es el mayor honor del mundo. Las amo infinitamente.

mail@sandranavarrete.com

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