En mi bicicleta, paseando por la Ville de Bruxelles

Bruselas, la ciudad donde me encontré a mí misma

Pedaleando por las calles de Bruselas, siento cómo esta ciudad me abraza con su energía única. El viento acaricia mi cara y me llena de fuerza, como si la ciudad misma susurrara: «¡Sigue adelante, este es tu camino!» Aquí, en esta hermosa urbe llena de historia y diversidad, he descubierto algo más grande que sus calles de piedras o su aroma a waffles recién hechos: me he descubierto a mí misma.

Bruselas, con sus infinitas posibilidades y actividades, me regaló la libertad de experimentar y crecer. Me lancé a probar cosas nuevas: clases de pintura, paseos en bicicleta, actividades infinitas con mis hijas, tardes de paseo en los parques, las charlas sin fin en cafés acogedores y por primera vez en mi vida disfrutando simplemente de ser y estar bajo un cielo gris.

Cada rincón de esta ciudad parece tener una lección escondida, como si me susurrara al oído que la vida está hecha para ser vivida con intensidad y curiosidad.

He aprendido a moverme a mi ritmo, a perderme (literalmente) en sus laberínticas calles y a encontrarme, una y otra vez, más sabia y más fuerte. Bruselas me enseñó a disfrutar de mi propia compañía, a valorar mis ideas y a darme permiso para equivocarme y empezar de nuevo. Aquí no hay prisas, solo momentos. Y en cada uno de ellos, descubrí un poco más de quién soy.

Caminar por sus plazas, como la mágica Grand Place, me recuerda que la belleza puede ser imponente pero accesible, y que las grandes cosas toman tiempo para construirse.

Vivir en esta ciudad me ha enseñado a valorar los pequeños placeres: el sabor del chocolate, que aunque viene de mi país ( Ecuador) nunca disfrute tanto de comer un chocolate sin sentirme culpable por el miedo a engordar.

Amo el sonido de las campanas, o incluso el suave murmullo del idioma francés y el flamenco mezclándose en el aire. Aquí aprendí a detenerme y disfrutar. A sentir que si puedo hablar un poco de cada idioma, esta muy bien, pues la mayoría de gente aquí también habla un poco de cada cosa, y así nos entendemos!!!

Bruselas no solo es mi ciudad adoptiva, es mi cómplice. Me dio el espacio y la libertad para crecer, madurar y amar lo que soy. Aquí aprendí que el verdadero poder está en conocerte a tí mismo y decidir, con el corazón lleno, cuál será tu próximo paso.

Así que, cuando voy en mi bicicleta y siento el viento fresco, sé que estoy en el lugar correcto, en el momento justo. Bruselas es más que un destino, es un viaje hacia mi propio ser. Y mientras mis ruedas giran, también gira mi vida, con plenitud, gratitud y alegría. ¡Merci, Bruxelles, por todo lo que me das!

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